Las últimas reformas del Gobierno en materia de cotizaciones y pensiones suponen a nuestro juicio, una devaluación del sistema de Seguridad Social. Las primeras buscan disminuir la tasa de desempleo con una bajada, fuerte y generalizada, en las cotizaciones (tarifa plana a nuevos autónomos, y tarifa plana a nuevos indefinidos). La contribución al sistema para estas nuevas altas va a ser como mínimo un 50% inferior a las tradicionales por lo que la pregunta sería: ¿se va a poder mantener el sistema actual de seguridad social con esta reducción en los ingresos, o simplemente estamos devaluando el sistema? Quizás la respuesta la encontramos en la última reforma de las pensiones. Y es que según la última modificación, el calculo de las pensiones ya no va estar referido solamente por el tiempo  y la cuantía cotizada, si no que se va a nivelar  con un sistema de equilibrio generacional que se va a calcular en función de la esperanza de vida que se espere tener después de la jubilación, y por otra parte desvinculándolo del IPC, de tal forma que en escenarios de inflación los pensionistas pueden perder aún más poder adquisitivo.

Afortunadamente, el peligro de inflación está controlado por el BCE y aunque hay dudas sobre si nos acercamos a un escenario de deflación parece que por el momento no van a mover ficha desde las autoridades monetarias. Ahora bien, la deflación a la que tanto se teme (un escenario no conocido, y cercano a la estanflación: deflación+recesión) puede tener origen no solo en la rápida caída de salarios y precios; si no también en la devaluación interna que están realizando los países europeos a costa de constreñir sus estados sociales, desregular los mercados de trabajo con el fin de crear empleo y también de los servicios del estado de bienestar. En resumen, el exceso de mano de obra está llevando a una acelerada bajada del precio del trabajo que a su vez presiona a la baja los bienes y servicios por la caída de la demanda.

pensionesSobre todo, tenemos un contingente de jóvenes excelentemente preparados y formados que están lanzándose al mercado con unos CV envidiables y que trabajan tan bien como cualquier otro competidor, con menos estructura y solamente para subsistir. A este gran grupo lo podemos encontrar bajo infinidad de fórmulas contractuales (becarios, en prácticas, autónomos, freelance, en negro, etc.) y es que esta generación del precariado tiene que salir por alguna parte, aunque esto suponga riesgo de deflación por vía de salarios, o directamente el mercado negro. Así mismo, tenemos otro gran contingente de personas adultas desempleadas, que teniendo una buena  experiencia para ofrecer al mercado, no les interesa incorporarse ya que si han tenido una previsión suficiente en los años de trabajo, pueden aguantar e incluso complementarse las pensiones de jubilación para el futuro. Por lo tanto, el reto al que nos enfrentamos consiste en ese salto generacional en el que unos jóvenes cobran poco y cotizan menos y unos adultos esperan a jubilarse como lo hicieran sus padres. Nuestra recomendación: «hoy puede ser un buen día para dejar de fumar«